Hamburguesas con un toque de empoderamiento: Elisa Alvarado, emprendedora de comida rápida

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Elisa “Ely” Alvarado empezó su negocio de comida rápida con sólo 1.000 lempiras (unos 40 dólares), en una carpa dentro de un terreno baldío.

 

Aquí, en una calle de la ciudad de Villanueva (Honduras), justo al sur de San Pedro Sula, la capital financiera y segunda ciudad más grande del país, empezó a vender “baleadas” -comida típica hondureña- a los transeúntes.

Hoy, esta joven simpática y de buen humor ofrece un completo menú de comida rápida centrado en hamburguesas, sándwiches de pollo y alitas, desde un robusto local de concreto situado exactamente en el mismo lugar donde instaló su carpa, pero ahora con una marca que rivaliza con la de cualquiera de sus competidores multinacionales en la CA-5, la arteria principal entre San Pedro Sula y Tegucigalpa, la capital.

Ely no se conforma con un solo local exitoso. Hoy abre una segunda sucursal y ya ha invertido en un pequeño vehículo para atender eventos. Con el apoyo de su socio Cargill, CARE ha ayudado a lo largo del camino formando cajas de ahorro rurales, que ofrecen a empresarios como Ely acceso a microcréditos. CARE también ha ofrecido formación en gestión empresarial. Su ambición, dice, es abrir una franquicia, con varios locales en Honduras y potencialmente más allá.

 

“Sí, yo soy la dueña”

 

“Piensan que una mujer no puede llevar un negocio”, dice. “Cuando les digo que soy la dueña no me creen. Piensan que es mi esposo. Pero gracias a la formación que me ha dado [CARE], gracias a la autoestima y al empoderamiento, he comprendido que puedo decir lo que pienso”.

 

Luchando por conseguirlo

El restaurante de Ely, como todos los negocios de Honduras, tuvo que luchar por sobrevivir durante el confinamiento por la pandemia de la  COVID-19, que la obligaron a cerrar durante tres meses. Tuvo que hacerse cargo de todos los gastos generales y de suministros, pero sin ingresos que lo compensaran.

Los huracanes de 2020, que se produjeron con solo dos semanas de diferencia, también afectaron a su negocio. Primero directamente, con inundaciones que provocaron daños y pérdidas de inventario, y luego indirectamente, ya que los clientes que lo habían perdido todo ya no podían permitirse visitarla.

“Pero la verdad es que se lucha y siempre se sale adelante”, dice.

 

Una comida tiene precio, pero un ejemplo positivo es gratis

El espíritu emprendedor de Ely también ha arraigado en la siguiente generación. El mostrador de pequeños juguetes junto a la caja registradora no es suyo, sino de su hijo, Delmer Josué Carbajal, de 10 años.

“Le expliqué la importancia de tener un negocio, y hace un año me dijo: ‘Mami ayúdame, quiero tener mi negocio'”, recuerda Ely. “Aquí, en la tienda, vendo sus juguetes y le estoy enseñando a calcular los costes gracias a las formaciones y, con los beneficios, le digo: ‘Guárdelos, porque de ahí vuelve a invertir'”.

La influencia emprendedora de Ely se ha extendido más allá de su familia, a la comunidad en general.

“Bastantes clientes… me han preguntado por el secreto, cómo empezar”, dice. “Les cuento con cuánto empecé, con mil lempiras, y les digo: es duro, hay que luchar, hay que tener paciencia, hay que tratar bien a los clientes y hay que trabajar con amor.

“Yo [también] les digo que es importante que se capaciten. Les digo que cuando quieran formarse, les ayudaré. Cada vez que vamos a una formación, aprendemos cosas nuevas”.

 

 

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