Doris: reconstruyendo un camino de regreso a casa

Doris: reconstruyendo un camino de regreso a casa

El coraje y la dulzura son fáciles de reconocer en la mirada de Doris* (40), una mujer emprendedora y madre de tres jóvenes de 20, 17 y 15 años, y un niño de 6.  Doris nos atiende en su cocina, conversando mientras fríe en enormes ollas los chicharrones para vender en el parque de su comunidad y que son la principal fuente de sustento para ella y sus hijos.
 

Doris creció en un orfanato y a los dieciocho años se mudó con el padre de sus hijos. Sin embargo, a las pocas semanas, Carlos* comenzó a abusar de ella física y verbalmente, controlando su vida y limitando cualquier tipo de planificación familiar. Los abusos eran aún peores cuando él bebía, llegando a exigir comida caliente en la madrugada, así como forzar a Doris a tener relaciones sin protección. Si los niños despertaban, él desataba su furia desproporcionada hacia ella. En diversas ocasiones, Doris, desesperada, intentó acabar con su propia vida.
   

En los brazos de Doris, aun son visibles algunas cicatrices ©CARE 2024

Toda la familia dependía de Carlos, quien nunca permitió que Doris trabajara o generara sus propios ingresos. Aunque la obligaba a vender alimentos por encargo, todo lo que ganaba era para él. Con el tiempo, Doris convenció a Carlos de abrir un pequeño restaurante en la comunidad, donde ella se haría cargo de la cocina.
Aunque el negocio prosperó, ella nunca disfrutó de sus ganancias. Poco después, Doris descubrió que estaba embarazada nuevamente, pero eso no impidió que Carlos la forzara a trabajar largas jornadas, incluyendo a sus hijas en sus labores.
 
“Cuando llegó el momento del parto, me practicaron una cesárea. Carlos no esperó ni 48 horas para sacarme del hospital y obligarme a atender el restaurante”, narra Doris con la voz quebrada. “Tuve que pedir a mis niñas que cuidaran a su hermanito en una cuna improvisada afuera del restaurante, porque dentro había ruido y humo de cigarrillos”.
   
Una mañana, mientras se preparaba para el trabajo, vecinos llegaron con una trágica noticia: Carlos había sido asesinado a manos de sicarios. “Nunca supimos la razón de su asesinato”, dice Doris. “Una semana después, también mataron a su hermana y se rumoraba que yo era la siguiente”. En medio del pánico, Doris huyó con sus hijos, esperando llegar a los Estados Unidos, pidiendo a una vecina que cuidara su casa y vendiera los enseres del restaurante para costear su viaje.
   
La vecina cortó comunicación, y Doris logró cruzar la frontera a México con solo los pasajes de autobús que un buen samaritano le dio. Sin dinero y aterrorizada, Doris y sus hijos pasaron noches a la intemperie en Tapachula, al sur de México.  “Comencé a buscar trabajo de puerta en puerta. Conseguí un empleo en una cafetería en un barrio de alto riesgo, donde me ofrecían comida y un lugar para dormir a cambio de más de 14 horas de trabajo al día”, recuerda, intentando contener el llanto.
 
Las condiciones eran precarias, y pronto sus hijos empezaron a enfermarse por desnutrición. Después de cuatro meses, Doris consideró regresar a Honduras. A pesar del peligro en su pueblo, sabía que no podía ver morir a sus hijos en un país extraño. Juntó valor para preguntar a sus vecinos si las amenazas continuaban, pero nadie sabía nada.
   
Decidió regresar, recurriendo incluso a la mendicidad para costear el viaje.  A su retorno, descubrió que su casa había sido vandalizada y que la persona a cargo de sus pertenencias había huido con el dinero. “Entonces me derrumbé”, confiesa Doris. “No sabía por dónde empezar. Hubo quienes incluso me dijeron que mejor entregara a mis hijos a sus abuelos paternos, porque yo no podría mantenerlos”.
 

Doris y dos de sus hijas ©CARE 2024

Fue entonces que se contactó con Sara*, psicóloga del proyecto Mujeres Tejiendo Vidas Libres de Violencia, implementado por CARE en Honduras. Sara la incorporó al programa de atención psicológica y comenzó a brindarle apoyo. En poco tiempo, Doris recuperó fuerzas y consiguió un empleo a medio tiempo que le generaba algunos ingresos.
   
“Sara me llevó de la mano para encontrar de nuevo la luz. En el proyecto me proporcionaron primeros auxilios psicológicos y formaciones para montar mi propio negocio. También me dieron un capital semilla para comenzar”, sonríe Doris. Gracias al empoderamiento personal, el acompañamiento profesional y la solidaridad de otras mujeres, Doris estableció un negocio de venta de chicharrones, que ha crecido y se ha convertido en una fuente prometedora de ingresos. Poco a poco, ha logrado recuperar sus bienes y proyectar oportunidades de crecimiento para su familia.
   
“Ha sido un viaje difícil, lidiar con la ansiedad, la depresión y el miedo, todo eso casi acaba conmigo; pero me di cuenta de que siempre hay una mano amiga, un consejo a tiempo que nos puede salvar la vida e impulsarnos para alcanzar metas que creíamos que eran imposibles”, dice Doris. “Aconsejo a mis hijas para que aprendan de mi experiencia. Quisiera pensar que ya con lo que ya me tocó vivir a mí, es suficiente para que ni ellas ni ninguna otra mujer tenga que sufrir”.
 

La venta de chicharrones constituye ahora el sustento para Doris y su familia.

    *Todos los nombres han sido cambiados por motivos de seguridad.