Todos los días miles de trabajadoras y trabajadores humanitarios, realizan una importante labor en pro del bienestar de millones de personas en todo el mundo. Cada 19 de agosto se celebra el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria para rendir homenaje a quienes brindan ayuda humanitaria así como también, a todos aquellos y aquellas que han perdido sus vidas cumpliendo sus funciones.
En Honduras, una mujer es asesinada cada 22 horas. Los informes oficiales sobre violencia doméstica ascienden a 20.000 cada año en un país de sólo 10 millones de habitantes. Tras ser testigo de primera mano del impacto desproporcionado de las crisis en mujeres y niñas, especialmente en su seguridad, Erika Murillo decidió dedicar su vida a ayudar a mejorar la igualdad de género.
En CARE, ayuda a las sobrevivientes de la violencia de género a encontrar un refugio seguro, acceder a la atención médica y participar en formación para emprender sus propios negocios. Erika también contribuye a difundir el pensamiento crítico sobre la violencia de género como profesora de Género e Investigación en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Compartió con nosotros cómo la
"oportunidad" es la palabra clave en sus esfuerzos, tanto para ella como para las mujeres a las que apoya.
Erika durante una sesión de asistencia a sobrevivientes de violencia de género
¿Cómo se inició en el trabajo humanitario?
Mi primer contacto con el trabajo humanitario fue en la adolescencia, cuando fui voluntaria en una institución religiosa del norte de Honduras. Sin embargo, dedicar mi vida a este sector fue en cierto modo obra del destino.
Estudiaba Administración de Empresas cuando encontré unas prácticas en el departamento financiero de una ONG. A los pocos meses de empezar a trabajar, me di cuenta de que siempre era más feliz cuando estaba cerca de la gente de las comunidades con las que trabajábamos, que haciendo números. Aquello me cambió la vida. Cambié mi especialidad por la Sociología y desde entonces he dedicado mi carrera a ayudar a salvar vidas y a que todas las personas tengan acceso a las mismas oportunidades.
¿Cuáles son algunos de los retos a los que se enfrenta como mujer que lucha contra la violencia de género?
Cualquier mujer que viva y trabaje en una sociedad patriarcal se enfrenta a retos. Trabajar para ayudar a otras mujeres a escapar de estos patrones nocivos conlleva toda una serie de complejidades adicionales. Pasamos de enfrentarnos directamente a los perpetradores de la violencia de género a desafiar a las estructuras estatales que son insuficientes para garantizar la protección y el bienestar de las mujeres y las niñas. Esto conlleva muchas capas de riesgos para la seguridad y un alto coste emocional. Sin embargo, nos comprometemos a que todas las personas con las que trabajamos se apasionen por la igualdad de género tanto como nosotros.
"La principal recompensa es poder ayudar a los supervivientes a rehacer sus vidas. Reconstruir su futuro. A menudo empieza con el pequeño gran detalle de ayudar a las mujeres a redescubrir que pueden reír. Con el apoyo adecuado, las sobrevivientes de la violencia de género son capaces de abandonar la casa de su agresor, encontrar nuevas fuentes de sustento y construir sus propios caminos. Estas transformaciones salvan vidas. Para cualquier trabajador humanitario, cualquier vida que podamos ayudar a salvar es la mayor recompensa."
Participante del programa Justicia de Género de CARE, en una actividad de arte terapia.
¿Hay algún momento concreto de su carrera del que se sienta orgulloso?
Al repasar mi carrera y los retos a los que me he enfrentado -inundaciones, amenazas de grupos armados, quedar atrapado en el fuego cruzado, por nombrar algunos- me he preguntado: ¿por qué sigo aquí? La respuesta es
"las personas". Quiero seguir siendo un medio de oportunidades para que la gente acceda a todos sus derechos y alcance todo su potencial.
Cada vez que soy 'una oportunidad', me siento orgullosa de mi trabajo.
Pensando en las comunidades con las que trabaja, ¿hay alguna persona en particular que siempre recordará?
Nunca olvidaré a María, una líder comunitaria con la que hemos trabajado en La Lima, ciudad del noroeste de Honduras. Es una de las trabajadoras humanitarias más alegres y comprometidas que he conocido, y dedica su vida a apoyar a las mujeres supervivientes de la violencia de género. Detrás de su sonrisa y su duro trabajo, no teníamos ni idea de que ella misma era una superviviente de la violencia de género. Ella es un ejemplo de todo por lo que trabajamos. Un ejemplo de cómo las mujeres rompen historias de violencia, sufrimiento y encuentran rayos de luz para apoyar a otras mujeres.
¿Qué significa para usted ser trabajadora humanitaria?
Significa ser una oportunidad. Mucha gente piensa que los trabajadores humanitarios tienen vidas completamente distintas a las de las personas con las que trabajamos, pero a menudo hemos compartido experiencias similares. La única diferencia es que tuvimos la oportunidad de acceder a todos nuestros derechos, ya fuera en la escuela, en nuestras familias, en la iglesia o en cualquier otro momento de nuestras vidas. Por lo tanto, para mí
ser trabajadora humanitaria es ser la oportunidad que la gente puede no haber tenido.
Erika hace parte de las actividades con las participantes del programa Justicia de Género
Por último, ¿Qué le gustaría ver para las mujeres y las niñas de Honduras, especialmente las afectadas por crisis humanitarias?
Me gustaría ver mujeres y niñas empoderadas. Mujeres y niñas que entiendan y acepten sus historias pero que también sepan que las experiencias negativas que hayan podido sufrir son simplemente eso, experiencias. Acontecimientos sin duda difíciles pero que no las definen como personas.
"Quiero que las mujeres y las niñas se vean a sí mismas como merecedoras de sus derechos. Y los acepten. Y alcen la voz para reclamar esos derechos en todos los espacios que ocupan: en casa, en la escuela, en el trabajo."
Habrá que recorrer un largo camino para reconstruir por completo siglos de pautas patriarcales negativas que afectan a las mujeres. Sin embargo, estoy segura de que las mujeres con fortalezas internas más sólidas podrán afrontar mejor cualquier desafío que la sociedad les plantee y más apoyo de las comunidades.